DEL MUSEO DEL PRADO AL I.E.S. FERNANDO ZÓBEL.

DEL MUSEO DEL PRADO AL I.E.S. FERNANDO ZÓBEL.

En filosofía, la palabra griega Kairós hace referencia por regla general al momento adecuado, oportuno, óptimo que, por extensión aspira a perdurar en el tiempo (el instante imperecedero es un oxímoron y podría llegar a personificar ese concepto tan idílico y tan estético).

Así las cosas, si tomamos como punto de partida que coexistimos entre Fernando Zóbel y sus circunstancias –enterados de filosofía, todo muy de Ortega y Gasset-, hubo un momento taumatúrgico en el que me asomé a una ventana de mi instituto en el ala de Dirección. Desde allí, contemplé a mi siempre amigo y entonces compañero, el pintor José María (Chema) Albareda, rodeado de algunos de nuestros alumnos. Sobre un fondo blanco, Chema pintaba un mural de Zóbel en una de las paredes del ladrillo verdoso. De bueno, el día era tremendo, la luz era el epítome de esa jornada tan impresionista. Y nuestros chicos orbitaban de maneras muy entrañables en torno a tan ilustres figuras. De esta forma, como un orfebre de la profesión y de la vida, el propio Chema establecía la mediatriz entre lo enternecedor y lo técnico. A buen seguro, ello habría hecho las delicias de Fernando Zóbel: independientemente de su propio (y excelente) retrato, lo importante era la retórica de un catedrático de dibujo y sus pequeños e inquietos ayudantes, que aspiraban a ser ni más ni menos que como Zóbel hubiese deseado: tan sólo bastaba proceder como ellos mismos.

La sombra (y la luz) de Zóbel son muy alargadas. Aquel instante no sólo aún perdura –y lo hará durante un tiempo indeterminado- sino que también suministra numerosas certidumbres: que me impactó lo que veía, que aprendía de aquel impacto emocional, que aún sigo asimilando muchas cosas de mucha gente en el bullicio y en los vacíos de este I.E.S. al que tengo el gusto de pertenecer desde hace 6 años. Cuando Juan Manuel Bonet, crítico de arte y poeta, en el prólogo al librito Cuaderno de apuntes, de Fernando Zóbel, ponía de manifiesto la concluyente huella que al artista le dejó una exposición de Mark Rothko en Providence (Estados Unidos, 1955), da la sensación de que esta saludable tradición se repite en nuestro instituto como en una cadena de favores, como reflejo espontáneo de ese Kairós de deje parecido a lo inmortal.

Y aún en la puesta de sol de aquel día tan monetiano, la luz continuaba brillando (a pesar del atardecer resabiado) en los estudios de vespertino y nocturno, a sabiendas de que en las sombras, tras los arbustos, estaba –claro que sí- ese mural del hombre protector y razón de ser de este centro, como espíritu inquietísimo y especialmente acendrado y cabal. Les invito a que entren en el interesante blog de nocturno (http://nocturnozobel.blogspot.com/), estudios –formas de vivir, de permanencia- que rompen la dicotomía día/noche. O noche/día, quizás sea mejor. Zóbel siempre está y se le espera. Da la sensación de que nuestro I.E.S. apenas duerme, sólo sueña un poco para volver a crecer otra vez.

El 19 de enero, un total de 120 alumnos de Bachillerato Nocturno y Ciclos Formativos, y 20 profesores de nuestro instituto visitaron la exposición temporal “Zóbel. El futuro del pasado”, en el Museo del Prado, de Madrid (hasta el 5 de marzo de 2023). Albareda me decía que los libros de la biblioteca del artista “están muy bien colocados”. Yo creo en ese espacio, en la biblioteca de nuestro centro (pintada como Zóbel deseó), en la experiencia del día 19, en la correlación de las cosas.

En el periódico El Día de Cuenca, de 7 de marzo de 1981, se escribía lo siguiente: “En una cordial y entrañable cena se reunieron los amigos de Fernando Zóbel para rendirle homenaje con motivo de la nueva denominación del Instituto Mixto, que desde ahora llevará el nombre del artista”. La cena había tenido lugar dos días antes en el Hotel Torremangana (Cuenca) y el ágape consistió en caldo de lacón, rape, cordero, costrón de nata y café moka, y con vinos manchegos y licor. En esa cena, al parecer, todo ello tan kairosístico, surgió Zobelillo, un nuevo apodo para los alumnos del instituto y para todo aquel que estuviese relacionado con la entidad. En definitiva, retazos de la poética de un visionario, persistencias y regocijo más allá de una pared de un (gran) centro de enseñanza de nuestra localidad.

Fernando Sánchez, Jefe de Estudios del IES Fernando Zóbel.

 

Última modificación: 21/02/2023 - 12:09